Carlitos no fue un tipo, fue un tipazo, y no estoy exagerando. Lo conocí en la calle, en mi época de juventud, ya que ese era el lugar preferido de los chicos del pueblo, para jugar a la pelota sin peligro de ser atropellado por un automóvil. A lo sumo, te podías asustar con un carro lechero o un jinete campesino, que abandonó la pulpería de Carlitos Claus e iba al galope tendido, medio “quemado” de caña “Palanca” o Ginebra Bols.
La arteria que utilizaba de potrero Carlitos Gatti, para muchos libreños resultará increíble: se trataba de la esquina de Madariaga y Yatay, en aquel entonces frente a su hogar. Aclaro, corría el año 1.955 y en dicho lugar no existía el edificio de alto de Racciopi, donde hoy día funciona Tribunales. Tampoco estaban los semáforos ni la pinturería. Tampoco las oficinas y negocios de los alrededores. Y del asfalto ni hablar, apenas cubría tres o cuatro calles de la ciudad fronteriza. Demás está decir que un automotor pasaba cada muerte de Obispo.
El Puente Internacional hizo crecer a Paso de los Libres, tanto en lo poblacional como lo comercial. Carlitos Gatti también crecía en años y en físico. Tenía varios amores: la Comparsa Zum Zum, Independiente de Avellaneda, y el partido Liberal, políticamente hablando. Pero su amor verdadero e incondicional por sobre todas las cosas, era sin duda el Club Atlético Guaraní, el de la media cuadra de distancia de la vivienda familiar. En dicho club, fue presidente y jugador de los equipos de fútbol y básquet.
Conoció a Susana Bengoa, la hija de un estanciero y alumna del Instituto “Niño Jesús”, con quien formó una familia con dos hijos: Carlos Luis y Gerardo Gustavo. Susana llegó a ocupar el cargo de directora de esta casa de estudio, pero Dios la llevó muy joven de esta vida. Carlitos, el “Chiquito” gigante, se dedicó a criar a sus dos herederos y a ocupar el resto de su tiempo como empresario, político, y en sus momentos de ocio, a su querido Club Guaraní.
Aún no había llegado a los cincuenta de edad, cuando su salud comenzó a decaer. Nos dejó muy joven como su esposa Susana. A pesar del tiempo transcurrido de su prematura partida, lo seguimos extrañando, porque Carlitos no era un tipo, era un tipazo. Su barrio de niño ya no fue el mismo, como si faltara su figura alta, elegante, con tiradores sosteniendo sus pantalones, caminando la calle Madariaga, a la altura de la comisaría, el Palacio Municipal, el Cine Opera, La Plaza Independencia, el Bar La Perla y el Colegio Niño Jesús donde su mujer Susana fue alumna y directora. Seguramente en el Club Atlético Guaraní, el duende de Carlitos Gatti, el “Chiquito” gigante, andará de ronda en cada competencia.
RUBÉN LOETTI
Hermosa semblanza de una gran persona.Aparte de ser yo,familiar directo-era mi primo hermano-tuve oportunidad de convivir por un tiempo en su casa y en su club.Pues participe en la famosa campaña del torneo Regional 89-90 con Eric Acosta Los hnos.Alves.Agosti Luque el flaco Lima y otrosCon el cuerpo tecnico de Camerun Berrios Carulo Kiko y el gordo Gatti como integrante de la CD.Yo,en mi humilde condicion de utilero.Recuerdos imborrables de un porteño transplantado en Libres.....Me acuerdo todavia de la recepcion que nos dieron en los carnavales la misma noche que regresamos triunfantes de uno de los duelos,desfilamos triunfantes por el sambondromo de Av Colon destapando botellas y no precisamente gaseosas.Hermosa epoca y un gran tipo CARLITOS!!!!Saludos desde Santiago de Chile..
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